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Una puerta abierta para que nadie quede a la intemperie
02 | 11 | 2016
Reproducimos aquí el texto publicado el blog (des)igualdad y que explica algunos ejemplos de los que partimos a la hora de plantear este proyecto:
Hace más de diez años que comenzó su peregrinar junto a su mujer y sus hijos, primero por casas de familiares, luego por viviendas vacías que ocupaban, reparaban (pues el abandono en el que las encontraban era grande) y llenaban de vida al ir creciendo la familia. Durante este tiempo ha hecho lo posible por presentarse a las diferentes convocatorias de vivienda pública que salían, algunas de las cuales implicaban su renovación anual. Pero nada. Ninguna puerta abierta. Más bien al contrario, cada vez más barreras y dificultades. Han vivido ya 3 desalojos que les obligaron a recomenzar de nuevo mientras trataban de mantener en lo posible una estabilidad para sus hijos en relación al colegio y los amigos, pese a tener que cambiar de barrio e incluso de municipio buscando un nuevo espacio vacío en el que poder refugiarse. Cada vez es más difícil. La ley se ha endurecido, y como ya fue denunciado por usurpación anteriormente ahora no se atreve a abrir él mismo la casa, sino que paga a otros para que lo hagan. Sabe que si le vuelven a denunciar puede ir a la cárcel y ¿qué será entonces de su familia?
Vino de su país buscando una vida diferente y ha terminado encerrada en un barrio de chabolas similar a aquel del que partió. Aquí al menos es más fácil buscarse la vida. Sin embargo, a lo largo de los años se le ha recordado de una y mil maneras que no es este su lugar: acoso de la policía, derribos ilegales de chabolas vecinas, envío a campamentos que sentía como cárceles… No sabe si algún día tendrá opción a tener una oportunidad de verdad. Al mismo tiempo, casi nadie le pregunta cuál es la ayuda que realmente necesita.
Lleva más de quince años en la calle. Sabe de su dureza, pero también de la solidaridad que es posible entre quienes la habitan. Ha pasado por todo tipo de recursos asistenciales y cada vez cree menos en ellos. Se siente tratado como alguien de segunda, atado por normas que le hacen sentir como si fuera menor de edad y sin ser tenido en cuenta a la hora de proponer ideas de cómo organizar mejor el alojamiento y la convivencia. Durante un tiempo vivió de prestado en un apartamento en el que acogió a varios compañeros de la calle con problemas de adicción para tratar de apoyarles en su proceso de recuperar el control de su vida. Pero al final ese piso se lo arrebataron, y no tenía papeles que le permitieran recuperarlo. Aún así, sigue buscando espacios en los que permitir a quienes viven en la calle organizarse autónoma y dignamente.
Son tres casos diferentes. Tres ejemplos que hacen eco con otros cientos, con otros miles… ni sabemos cuántos, porque se trata de realidades invisibilizadas, silenciadas, que nunca tuvieron acceso a una hipoteca, ni a un alquiler a precio de mercado: familias realojadas y posteriormente desahuciadas por la misma institución que las sacó de las chabolas, menores tutelados arrojados de los centros el mismo día que se hacen mayores de edad, promociones enteras de vivienda social abandonadas a su (mala) suerte por los gestores de la vivienda pública con el deterioro consiguiente de las relaciones vecinales...
En nuestra sociedad, sin vivienda no existes. Es por eso que nace, promovida por el Movimiento ATD Cuarto Mundo España, la Asamblea de Vivienda Digna para Todas las Personas: un espacio de lucha por el derecho a la vivienda sin excepciones, impulsado por la participación de quienes viven en mayor precariedad, pobreza y exclusión social. Una plataforma que busca fijar en la agenda política y social 5 Compromisos y 5 Garantías para evitar que nadie se quede fuera, a la intemperie. Todas las personas, sin excepción, tenemos derecho a un hogar con paz, seguridad y dignidad.
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